domingo, 20 de febrero de 2011

Y llegaron:


Las decepciones. Esas que se reflejan en un dolor de estómago agudo, que no te dejan centrarte en nada, esas que sí, que duelen, DUELEN.

Esas que notaste cuando un día, al amanecer no había nada; tu cama seguía vacía, tu cabeza no sabía nada de este caos en el que vives y tu corazón..ese sí que estaba perdido; tu corazón había olvidado las ganas de seguir y no sabía dónde...Y miraste la ventana y dijiste: fracaso, fracaso, fracaso... Pero tú, tú en conjunto, tú con tu cama, tú con tu cabeza, y sobre todo tú con los pedazos de tu desarmado corazón; tú tienes que levantarte y salir.

Cuán atroz para tus rodillas se hace tanta carga, no es fácil salir ahí y pintar una sonrisa, aunque tienes que hacerlo; cada día a las seis y diez. Corre, corre, corre, no mires atrás, y sigue avanzando y si duele, si duele prueba a cerrar los ojos muy fuerte hasta que se vaya, venga fuera, corre, corre, corre, siempre al frente ¿Y si hay una pared? No dudes. A cualquier lado, atrás nunca.

Pues yo no puedo. Me duele, es demasiado, las decepciones pesan, cuando cierro los ojos fuerte, también las veo, mi cama sigue fría por muchas mantas que ponga, mi cabeza duda pero quiere respuestas y mi corazón...Mi corazón no se calla y en el silencio me grita que pare y afronte lo que me toca.
Pero yo no puedo...o más bien no quiero.


Siempre espero que mañana, a las seis y diez, la pesadilla haya tornado en sueño.

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