martes, 9 de junio de 2015

Shuriken.



Ha venido a recordarme que nunca seré de otro
aunque tampoco vuelva a ser suya,
y le escucho fumando
con las piernas cruzadas y cara de póker
sentada en el bordillo de la cama.

-Entiendo- digo de vez en cuando.

Y me mantengo firme,
inescrutable, inexpresiva.

-Que tú nunca serás de nadie, que nos deberemos siempre todo -me grita.
-Te equivocas -le sonrío.

Y ahora sonríe él. Que sabe que quien se equivoca soy yo.
Que vuelo libre y absurda
porque también lo sé,
porque veo la cuerda que se me enreda en el cuello
y me ahorca cuando a él se le encoge el corazón.

Y cruzo las piernas más fuerte y aprieto los dientes.
Y miro a otro lado y le tiro el humo en la cara:
-No soy la misma.

Y él sonríe otra vez.
Y me mata ocho veces y saborea cada letra:
-Te quiero.

Y vuelan las manos,
ya no noto la presión en el pecho,
el corazón me grita que va a estallar
y la fuerza gravitacional del suyo
hace que mis piernas se enreden con su cintura.

-Menos mal que eres la misma -vuelve a atacar.

Pero ya no me duele, ahora no pienso en mañana,
sé que se irá y aún así lo olvido
y juego a callarme, a callarle,
a no decirnos nada y besarnos todo.

Cierro los ojos para evitar su mirada contándome que ha estado en otras camas,
en otras manos, en otras vidas, en otros ojos.

-Siempre vuelves -saco el cuchillo.
-No te vayas nunca -se defiende.

Y bailamos con las mentiras, y brindamos en silencio:
por las cosas que sabemos,
por las que nunca nos diremos,
por conocernos hasta las mentiras,
por querernos hasta las miserias,
por esta borrachera que nos ha vuelto a juntar,
por el sol que no nos verá despedirnos.

Porque no hay despedidas, porque así es el trato,
porque volver es un verbo boomerang y una estrella ninja.

Y me despierta la luz pero no abro los ojos, le busco en la cama.
Otra vez nada, sonrío:
-Ya sabes dónde encontrarme.
Me vuelvo a dormir.

jueves, 4 de junio de 2015

Charles was wrong.

Le tengo cariño y devoción a Bukowski. Tanto, que cuando mi perro se escapa grito su nombre por la calle, tanto que cualquier día monto una cervecera y os lo acabáis bebiendo. Pero se equivocó. No te conoció, no tenía ni idea.



Ni eres el número uno, ni hemos parado de contar en el segundo. Mira, vamos a plantearlo de esta manera, antes de ti todo eran números ordinales y ahora no me hace falta contar. No apareciste antes que nadie, no tienes las tijeras que cortaron la cinta inaugural de mi vida, pero qué más da. Si después de ti no habrá otro al que llamar definitivo, si eres el desenlace de todos mis nudos de garganta, si ahora tengo el estómago en un puño porque el corazón me late en tu pecho. No voy a borrar las listas que nunca escribí, ni mucho menos a arrancar las páginas de tropiezos que me han traído hasta aquí, hasta ti. Mira, vamos a contar la historia en la que a nadie le importa cómo de largas sean las colas, en la que los números sean sólo dibujos para adornar camisetas y anotaciones a pie de letra para los libros de química. Qué sabrán los matemáticos si creen que es mejor ser primero que último. Qué tendrán los relojes en contra de llegar tarde si es para quedarse. Qué van a decir los poetas que están hasta los carrillos de que los dejen, de dejar, de dejarse y quejarse, de ser víctima y verdugo con tal de rimar amor y adiós y otras tonterías que suenan bonitas pero vacías. Yo he aprendido que cuando las manos encajan sin querer no hay hueco que valga y todo suena a quererlo todo, a querer más.

No eres la primera vez que me sonrojo y otros me han visto llorar antes que tú, ya había abrazado como para no querer soltar, ya había querido como para romperme el corazón, te juro que no vas a ser el primero que me saque a bailar, que ya he mordido a otros. Pero a quién le importa si cuando nos chocan las costillas me parece que todo ha sido para esto, para encontrar mi sitio con el hueso de tu clavícula rozándome las pestañas.

A quién le importa lo que hubo antes, si vas a ser lo que habrá siempre.