miércoles, 5 de marzo de 2014

Velocidad y ojeras III.

Me arranqué
y no por bulerías,
sino el corazón, de quererte.

Puse a todo gas la máquina,
velocidad crucero:
hemos adelantado a la luz por la derecha, capitán.

¿Hemos llegado ya al infinito,
besamos ya las estrellas?

Y me volví a mirarte a los ojos
-benditos agujeros negros-
pero te habías quedado atrás.

Te había pillado por sorpresa
que me saltara los límites
y aún me levantabas la ceja.

Pero esta
no es
la historia
de un
abandono.

Y volví por ti,
volví y te agarré la mano tan fuerte
que tengo tatuadas tus huellas dactilares.

'Amor, el paraíso está en cualquier parte'
fue tu manera de echarme el freno.

Pero yo siempre quise las estrellas,
a mí me gustaba bailar en Orión.

Yo apuntaba al infinito:
a ti salir de la cama
te parecía demasiado lejos.

Y entre tanto viaje
se me rompieron los tiras
contra tus aflojas:

me cansé de verte olvidarnos 
y hacerme la aún más loca.

Esta no es la historia de un abandono.

Es la historia
de un
'me tengo que
ir'.