viernes, 11 de noviembre de 2011

#14.

Aunque llevaba la mitad de su vida esperándole, de golpe y porrazo, descubrió que no había nadie en el mundo que fuera imprescindible. ¡Vaya chasco!
Aquel día, como una cachetada helada en medio de su agradable limbo le habían llegado todos sus defectos: no era tan perfecto como le hubiera gustado creer y como había creído.
Quizá la paradoja esté en que sabía todas sus manías y ninguna le había resultado detestable hasta el momento; no es que se le hubiera caído un mito, no era una simple decepción, empezaba a pensar que él ni siquiera le caía bien y la duda era: ¿Cómo llevo tanto tiempo ciega?
No hubo ningún detonante, él no tenía culpa. Es solo que algunas veces, la vida te pone esas trampas; una mañana te levantas y te das cuenta de que te apresuraste, de que esos 'tequieros' tan tempranos fueron un error, de que hasta su forma de latir te molesta...puede que sea algo tan sencillo como despertarte tú antes y verle ahí, dormido, con los pies por fuera de la sábana -que dice que le incomoda tenerlos calientes- puede que en ese momento tu cerebro diga: ¡se acabó, no quiero que me despiertes el resto de mis días con esta imagen! y no habrá vuelta atrás...
Ella, odiaba su ruidosa manera de sorber la sopa.