sábado, 30 de octubre de 2010

Gris y rosa.


Y eran las tardes más grises, menos rosas.
Aquellas en las que, cuándo todos se habían ido, tú me acompañabas. En las que me veía yo como aquel que llamaba a sus amigos y al que todos le decían ahora no, estoy con mi novia. Pero sin llamar. Y sin esperar nada de ellos.
Y eran las tardes más limpias, con menos ilusiones y más realidad.
Aquellas en las que, ahora, en vez de pensar y quemarnos tanto las neuronas con tonterías, reímos. Reímos de lo que alguna vez fuimos sin querer e incluso de lo que quisimos ser. En las que sin dudarlo, sin mirar atrás ni depender. Sé que soy feliz.
Y eran las tardes más grises, menos rosas.
Y nunca las olvidaré. Para avanzar aprendiendo, sin engañarnos.
No obstante ahora, que son más rosas, menos grises.
Ahora puedo decir que las necesité para seguir adelante, que cada verdad que dolía y que afronté, vació mis recelos.
Ahora sé que soy dueña de mi todo, que seré capaz de ilusionar e ilusionarme, que no me dará miedo caer porque sabré levantarme.



Soy más yo, soy yo.
Sin miedos, adelante.

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