jueves, 12 de septiembre de 2013

Desaceleración de sonrisas.

De pequeños siempre estábamos hablando de felicidad.


Cada vez que terminábamos un juego, las muñecas -que nunca dejaban de sonreír- eran felices y comían perdices. Y yo no sé si es alergia generalizada al banquete de fin de cuento o que ha subido el coste de la alegría, pero hace tiempo que no veo a nadie sonreír al vacío por la calle.

Sin embargo, es raro el día que no me cruzo con alguno de ustedes, que va con la cabeza gacha y pensando:

A ver cómo llego yo a fin de mes, porque entre septiembre de vuelta al cole, la cuesta eterna de la hipoteca y la gasolina que no hace sino subir, llevo tres años amargado y otros tres que me quedan.

Vamos, que estamos en crisis de moral y el IGIC sobre las preocupaciones también ha subido.

Y no busco arreglar la situación económica -faltaría más- ni siquiera entiendo qué es eso de la prima que se arriesga, sólo sé que nunca gana, y ya podría estarse quietita que con tanto subir y no bajar va acabando con el país.

Pero espero que alguien tenga la bonita desfachatez de reírse un poco de esta desgracia y ponga una noticia chorra al final de cada página de economía.

Quiero decir que, entre otras cosas, me parece indignante que cuando los niños de ahora digan 'de pequeños' añadan un horrible 'jugábamos a ser mayores con corbata, que decía papá que tenían el futuro resuelto'.

Porque todos nosotros tuvimos los juegos hasta arriba de barro mientras soñábamos con pisar la luna. Y no es justo que ahora a los diez quieras ser banquero, notario, o tal vez político. Que son unos señores muy bien vestidos y con mucho dinero que no tienen Pepito Grillo pero sí la nariz muy larga.

Dirán ustedes, qué sabré yo, que he renegado de las noticias -pero los deportes no me los muevan- que estoy empezando a vivir y no tengo ni idea de hasta dónde llega el embrollo..tienen razón.

Y lo triste es que me da miedo madurar, caerme del árbol y del coscorrón empezar a pensar que no todo se soluciona con literatura.

Porque no es la poesía lo que me preocupa sino la realidad, que es cada vez más antónimo de 'felicidad' y lo único que puede arreglar este entuerto -sin métrica, ni rima- es que volvamos a tener ganas de tener ganas y seamos lo suficientemente niños como para pedir pirdula un rato, olvidar los problemas
y sonreír.