sábado, 18 de enero de 2014

Mesalazina.

He venido para decirte
que esta mierda que sangro no es tinta,
es esa puta enfermedad intestinal que me está matando,
que ya he roto demasiados lapiceros intentando inculparte
de los dolores sin fecha de caducidad
que me apuñalan la tripa.

Que todo eso que nos hemos hartado de echarnos en cara
no era tan importante
que hay vidas que valen más que las nuestras,
que tenemos que dejar de atarnos en corto,
que ya me has ahorcado suficiente

y aún así,
parece un suicidio.

Yo no sé qué ha sido de eso de la sonrisa al viento
y las dos mil veintisiete promesas de no hacernos daño,
que puede que se pueda volver
pero no se quiera,
o que se quiera pero hayamos destrozado el camino.

El caso es que nos hemos tirado con los brazos abiertos
a esta mierda de bucle infinito
de no te quiero querer, pero te quiero
y no quiero que te quedes, pero no te vayas:

son demasiadas cicatrices por milímetro cuadrado
y esto no hay peta que lo arregle.

Que dónde ha quedado lo fácil,
si podríamos darnos la mano
y nos estamos rompiendo los nudillos contra la pared.

Y no es culpa tuya,
ni tampoco mía..

que tengo que dejar de decir que,
que a nadie le importan mis explicaciones
y desde el principio estoy hablando de finales.